Nuestra Espiritualidad

Cuando hablamos de espiritualidad, estamos dando respuesta a lo que expresaba el Concilio Vaticano II en el decreto sobre el apostolado de los seglares: “Por otra parte, los seglares que, siguiendo su vocación, se han inscrito en alguna de las asociaciones o institutos aprobados por la Iglesia, esfuércense por asimilar con fidelidad las características peculiares de la espiritualidad de tales asociaciones o institutos”.

Estos serían, pues, nuestros rasgos característicos

Centrada en Dios y en una relación personal con El

Es el fruto sazonado de la conversión. Cristo se convierte en el Señor de nuestras vidas. La adhesión a El es total. Es comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo en el Espíritu Santo. Consecuentemente es también:

Carismática

Hemos experimentado en nuestras vidas la acción transformadora del Espíritu Santo., la efusión de su amor y de sus dones y por ello, tanto a nivel personal como comunitario, estamos abiertos a la manifestación de sus carismas y a su guía específica. Ello se ve muy reflejado en nuestro culto, caracterizado por una alabanza gozosa, sentido respetuoso de la adoración, la certeza de su presencia, el anhelo por la escucha de su Palabra y la copiosa manifestación de sus dones. Por ello es también:

Ecuménica

Basada en la practicidad de la aceptación de la realidad cristiana del otro. Sin proselitismo alguno. Convergente, es decir, convencidos que es mucho más lo que nos une que lo que nos separa, fundamentalmente nuestro amor y pasión por Cristo. Permaneciendo fiel cada uno a la Iglesia a la que pertenece, en nuestro caso la católica, pero reconociendo también lo bueno y sano que hay en otras confesiones religiosas. La propia realidad de la Espada del Espíritu, una comunidad de comunidades universal, por encima de razas, lenguas y culturas, obedece a esta realidad de búsqueda de la unidad plena.

Laica

Aunque en nuestras comunidades hay sacerdotes, aunque con el derecho canónico en la mano hasta religiosos y religiosas pueden formar parte del pueblo y aunque tenemos hermanos y hermanas, insertados en hermandades, y especialmente consagrados, lo que realzamos con esta característica es el hecho de que reconocemos, valoramos y asumimos el que en nuestra comunidad la mayoría de sus miembros son seglares en el sentido estricto y literal de la palabra. Nuestros miembros deben llevar una vida compatible con su vocación laical y la vivencia del discipulado radical debe hacerse en este contexto. Eso implica contar con las realidades de la vida matrimonial, familiar y de solteros, así como las ocupaciones profesionales y académicas, del común de los mortales. Es por ello que residimos en los diversos ambientes de la sociedad y nos rozamos con ella en un sinnúmero de formas.

Evangelizadora

Es un elemento inherente a nuestro carácter. Nuestra conversión, nuestra unión radical a Cristo, nuestras convicciones, nos impiden el estar callados y permanentemente nuestra presencia, sea en el ambiente que sea, es presencia anunciadora de la Buena Noticia.

Renovadora

Insertados en el Pueblo de Dios, formando parte del mismo, entendemos contribuimos a la renovación permanente de la Iglesia como una acción específica del Espíritu Santo. Somos, como otras hermosas realidades de Iglesia, un modelo, aunque imperfecto, que inspire e ilumine en la renovación y edificación del Pueblo de Dios.

Bíblica y Ortodoxa

Si nuestra espiritualidad es teocéntrica, debe estar basada en la fidelidad a la Palabra de Dios. La Sagrada Escritura ocupa un puesto central en nuestras vidas pues la entendemos como la revelación personal, actual y eficaz del Dios vivo a su Pueblo. Esto lo hacemos con perspectiva ortodoxa, es decir, enraizados en la Biblia y en la Tradición, fuentes de Revelación, que enraizan el consenso universal del cristianismo sobre los aspectos fundamentales que Dios ha revelado a su Pueblo.

Mariológica

Es una consecuencia lógica de lo expuesto: si estamos centrados en el Padre, el Hijo y el Espíritu, ¿cómo no sentir la necesidad de la Madre de Dios?. Ni falsa exageración ni excesiva mezquindad. Ella tiene su sitio en la vida comunitaria, muy singular en determinados momentos, formando parte de nuestro ser como pueblo y que entendemos subsistirá en razón directa a la vida del pueblo.